Levantar un muerto
El Brusco nos muestra la historia de Víctor y Juan, dos empleados que trabajan de lo que les pide un jefe al que ellos tratan como omnipresente pero que nunca vemos, como una sombra que les marca el destino
Al empezar la función vemos el primer encuentro de los
protagonistas a punto de entrar a trabajar en una exposición de cuadros de
Caravaggio. Víctor se muestra ansioso e impulsivo. Interroga a Juan,
desconfiado, y hace un despliegue de fuerza y violencia para marcarle
territorio e incomodarlo para que no le mienta. Juan en cambio está muy
contento y agradecido por el trabajo y no se doblega ante la presión, responde
con humor y con paciencia. Cuenta que El Brusco lo conoció en la calle siendo
adolescente, cuando estaba empezando a hacerles mandados a un grupo de
delincuentes contra su voluntad, por miedo. Le advirtió a su mamá lo que estaba
pasando y lo alejó de esa situación, y finalmente terminó trabajando para él.
La diferencia entre ellos es clara: mientras uno espera la redención, el otro
se agarra de lo que tiene para no volver a caerse.
Cuando están en la exposición también queda al descubierto
el contraste de sus personalidades. Víctor es muy hostil con la gente y se
queja de que se aburre y que ese trabajo le parece el infierno. Juan en cambio
es amable con el público, le parece lindo trabajar en un lugar tranquilo y se
informa sobre el artista y los cuadros que están custodiando. Le conmueve que
el artista tuviera de modelos a las personas marginadas de su pueblo y cómo
retrataba la humanidad desde la crudeza y la oscuridad. Hace un análisis muy
sensible y Victor se burla pero de a poco se termina interesando en sus
historias. Dice que al igual que en el cuadro del hombre crucificado, el
trabajo es agachar la cabeza, agarrar la pala y tirar para adelante.
Víctor sigue a la espera de la aparición heroica del brusco
sacándolos de ese museo para llevarlos a un trabajo soñado y espectacular,
lleno de acción. Habla de él como un dios, como un salvador absoluto, pone su
destino en sus manos sin la menor duda. Cada vez que lo cambian de trabajo
siente que tiene que empezar de cero desde la incertidumbre, siente cada nuevo
comienzo como quien tiene que levantar a un muerto.
El Brusco muestra
los entramados violentos en el ámbito laboral, el precio de la obediencia y las
expectativas. Critica esa fe ciega en “el patrón”. La obra, como los cuadros de
Caravaggio, pinta lo humano desde la sombra: la violencia naturalizada, la
obediencia como condena, la ilusión de un salvador que nunca llega. El Brusco
no se ve, pero su ausencia lo ocupa todo. Y mientras tanto, los que trabajan y
ponen el cuerpo son los que sostienen la escena.
Teatro del pueblo- Lavalle 3636
Viernes 22hs
https://www.alternativateatral.com/obra97289-el-brusco
https://www.instagram.com/elbrusco.obra
Actúan: Gonzalo Espinola, Sebastián Raffa
Artistas invitados:
Federico Pezet
Diseño de
escenografía: Anabella Araniz
Diseño de luces:
Eduardo Turri
Realización de
escenografia: Nicolás Araniz, Ezequiel
Asistencia general:
Gabino Torlaschi
Prensa: 0km prensa
Nota: Joy Cantieri
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